A menudo, la idea de "orar" puede sentirse como una tarea complicada, llena de reglas o expectativas. Pero la verdad es que orar es mucho más simple y profundo de lo que imaginas. No se trata de recitar palabras perfectas o de largas horas de rodillas, sino de abrir tu corazón y conectar con Aquel que ya te conoce y te ama infinitamente.
Habla como Hablarías con un Amigo Fiel
Olvida las frases hechas o el lenguaje formal. Dios es tu Padre, tu mejor amigo, tu confidente. Háblale de lo que sea que tengas en tu mente y en tu corazón.
Escucha con el Corazón Abierto
La oración no es un monólogo. Después de hablar, toma un momento para escuchar. Esto puede ser lo más desafiante y, a la vez, lo más transformador. ¿Cómo se "escucha" a Dios?
No te frustres si al principio no "escuchas" nada. La escucha en la oración es una habilidad que se desarrolla con la práctica y la paciencia. Simplemente mantente abierto y receptivo.
Sé Constante, No Perfecto
La clave para crear el hábito es la constancia, no la duración o la perfección. Es mejor orar cinco minutos cada día que una hora un solo día a la semana.
Orar de verdad es un camino, no un destino. Es un viaje de amor, confianza y cercanía con Aquel que te creó y te anhela. Dale a tu alma el regalo de esta "respiración" diaria y verás cómo tu vida se llena de una paz, una fortaleza y una felicidad que solo la verdadera conexión puede ofrecer. Empieza hoy. Tu corazón te lo agradecerá.
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